ArquitecturANDO

“La Arquitectura sólo se considera completa con la intervención del ser humano, que la experimenta” – Tadao Ando

¿Qué es este nuevo arte, antes considerado artesanía y necesidad, y ahora tan sigilosamente plausible a los ojos del modernismo global?

Esta fue una de las primeras preguntas que me hice en la primera semana de haber ingresado a la facultad de Arquitectura para cursar mis estudios. De pronto me hallaba en medio de un característico humor que declaraba absurdos al aire, y pronunciaba frases enamoradizas dedicadas a la profesión arquitectónica; poesías recitadas expresando densas realidades como la famosa: “menos es más” tan escuchada.

Luego de atravesar la abstracción del concepto de diseño, luego de leer los tratados de Vitruvio y Newfert; luego de pelear con la regla y los rapidógrafos; luego de manchar, borrar, romper y volver a dibujar; luego de cortar y cortarse; seguía aún mi pregunta en pie: “¿Qué es este nuevo arte que apasiona y enamora, y del que todos hablan con tanta pasión?”

Forjé mi mente a deformar las formas que de pequeño me habían enseñado en geometría; obligué a mi mente a razonar con su hemisferio derecho de forma creativa, dediqué horas a la lectura instructiva de esta profesión; pero no fue sino hasta mi tercer año de universidad, en que descubrí el profundo sentido de las palabras de Ando.

Visité una ciudad, cuyas raíces son fundamentalmente arquitectónicas, luego de haber sufrido tanta violencia e inseguridad: Medellín. En esta ciudad, descubrí lo que realmente es la Arquitectura, sus alcances y dimensiones sociales.

Arquitectura es tomar lo poco y hacerlo mucho. ¡Sí!, es tomar lo sucio y limpiarlo; es tomar el problema… y resolverlo.

Arquitectura fue tomar un basurero público y convertirlo en un Centro Comunal con acceso para discapacitados en rampas tan excelentemente ubicadas, que no distorsionan la vista del espacio, que tampoco crean ruido visual, ni forjan cumplir con una normativa alzándose contra la estética y mermando la funcionalidad. Arquitectura es crear en este “basurero” espacios para ensayar danza, yoga y ballet; construir un teatro tan hermosamente diseñado, que sólo ver al techo, sus cerchas invertidas, sea una loa a la capacidad y desafío humanos. Arquitectura es diseñar un espacio para ensayos musicales y camerinos para el teatro en áreas subterráneas de tal forma que aprovechen la luz natural y ahorren la energía eléctrica. Es crear un patio central de recreación y ludoteca; pero sobre todo, que todos estos espacios griten abiertamente a los ciudadanos: “ ¡Vengan, caminen, experimenten, recorran, sean, estén… aquí!”. Ver esta realidad, me hizo comprender el carácter trascendental de la arquitectura, el carácter divino de la misma, la impronta creadora de su esencia.

Pero esto no es todo; Arquitectura es también haber experimentado un sector social vivo, surgido de las cenizas; un grupo humano con actividad recreativa y generando cultura, sin temor de inseguridad o de vergüenza. Arquitectura es ver un micro-sistema económico en desarrollo; es ver a muchas personas teniendo una mejor calidad de vida, es ver una zona que solía estar muerta, resucitada. Fue entonces que comprendí el valor más grande que la Arquitectura posee: el valor humano. La virtud de transformar las experiencias humanas más míseras, en las más bellas y prometedoras; la virtud de crear desarrollo social, económico y lúdico, en las condiciones más adversas; la capacidad de reducir la inseguridad en condiciones inestables; de aportar al ornato de la ciudad en condiciones de bajo presupuesto; y la más loable de todas, hacer todas las anteriores proporcionando la justicia de proveer espacios de desarrollo integral a los que la experimentan.

Ahí entendí que la arquitectura cumple su función más alta en el hombre, que sin su desarrollo integral dentro de los espacios estará muerta; que sin la interacción humana orientada al bien, no cumpliría ningún objeto… sólo ese día, comprendí en verdad, lo que es esa oda a la cuarta dimensión, que llamamos Arquitectura.